Una de las cosas más importantes para ser director es trabajar sobre uno mismo. Esto no se refiere solamente a la preparación musical y artística en general, sino a uno como persona: cómo soy y cómo me siento conmigo mismo(a). Esto se reflejará ante los demás e influirá en un buen liderazgo. Por ello quiero compartir con ustedes mi interpretación sobre algunos aspectos señalados en el libro Beyond the Baton (Más allá de la Batuta), de Diane Wittry, a partir de mi propio aprendizaje. Rasgos de personalidad para ser exitosos no sólo como directores, sino en nuestro desempeño en cualquier otro ámbito de la vida.

Visión Positiva
La actitud del director frente al grupo puede desmoralizar o motivar a sus cantores. Los pensamientos negativos afectan la comunicación de la música. Debemos aprender a controlar nuetras emociones, de modo que una situación de tensión no afecte la manera en la que respondemos a los otros. Frente al grupo, no debemos olvidar que todos quieren sentirse necesitados y apreciados. Somos los únicos responsables de cómo nuestros sentimientos pueden afectar a las personas. Evitemos en todo momento ser parte de chismes y por el contrario, tratemos de parar esta práctica tan común en nuestra sociedad. Esto se reflejará en un ambiente de trabajo más sano y positivo para todos. Siempre espera lo mejor de tí mismo y vive consciente de que eres capaz de hacer cosas maravillosas. Luego aplica esta misma filosofía hacia tu grupo. Ellos, con total seguridad, responderán con resultados satisfactorios y excelente actitud.

Integridad
Las personas se acercan a quien les inspira confianza, alguien consistente y que siempre dé la impresión de hacer lo correcto. La integridad está íntimamente ligada a la honestidad: hacia uno mismo, hacia el grupo, hacia el compositor, hacia la música. En las decisiones que se tomen, musicales o disciplinarias, se debe estar siempre en la búsqueda de lo que es justo, sensato y en ello ser consistente.

Humildad
En un papel de autoridad y mando, ser humilde puede parecer contradictorio. Humildad no significa ausencia de asertividad. Lo contrario sería la vanidad, que parte de un concepto equivocado de seguridad. Humildad es aceptar los errores propios e inmediatamente presentar soluciones. Es también reconocer que el grupo que dirigimos tampoco es perfecto, aunque debamos siempre motivarlos a ser mejores y a recorrer ese camino de búsqueda de la perfección. En caso de problemas es conveniente ponerse en el lugar del otro. A veces no es cuestión de blanco o negro, sino de diferentes perspectivas y es por ello que la humildad ayudará a aceptar a cada uno como es.

Asertividad y Control
La asertividad es entendida aquí como el comportamiento de una persona cuando responsablemente manifiesta sus pensamientos y convicciones libremente y sin agredir a otros. Significa también aceptar los pensamientos y sentimientos de otros sin juicios o reclamos. Se puede manifestar en pequeños detalles como estrechar firmemente la mano al saludar o al conocer a alguien, mirar a los ojos cuando hablamos, escuchar con atención cuando nos hablan.
Por control nos referimos al manejo de las situaciones que se nos presentan y de las emociones propias. Tratar de ver el «cuadro completo» cuando se presente una situación de conflicto, de forma tal que se pueda discernir objetivamente cuál es la verdadera gravedad del asunto y cómo tratarla de la mejor manera. Implica paciencia, perseverancia y control de nuestros impulsos, para luego dar respuestas firmes y contundentes.

Disciplina
Es el estudio continuo lo que nos hará solventes. Ser disciplinado es una tarea nada fácil en una labor que debe atender tantos y tan diferentes aspectos. Se necesita orden, planificación y firmeza en las decisiones que tomamos. Constancia en las tareas que emprendemos. La disciplina no siempre es una cualidad constante sino más bien una actitud que continuamente hay que revisar. Y lo importante es no rendirse.