Es el nombre que usualmente se da al tiempo dedicado a hacer ejercicios vocales para «calentar la voz» al principio de cada ensayo. Me gustaría que pensáramos un poco para qué es este tiempo, qué podemos hacer en él, qué es lo que en verdad nos interesa. A ver, tenemos un coro con el cual queremos cantar canciones de distintas características y necesidades. Ese coro está formado por gente (adultos o niños), con diverso nivel de canto y sabemos que un coro debe sonar homogéneo, como una sola voz, donde no sea posible reconocer el timbre de ningún cantor porque se mezclan entre sí para formar el sonido del coro: Su huella. Es decir, nuestro trabajo como intérpretes involucra un área que implica enseñar a cantar y enseñar a escuchar. Somos unos pianistas que debemos construir el piano mientras aprendemos una sonata. Es por ello que ese tiempo previo a cantar las obras propiamente del repertorio es crucial para generar la actitud necesaria para cumplir con todos los objetivos del ensayo. «Calentar» la voz con ejercicios mecánicos que suben y bajan de semitono en semitono, duplicados por un piano que no nos permite escuchar ni les permite escucharse a ellos, sin nigún tipo de meta clara o un «para qué», definitivamente no tiene sentido, se pierde el tiempo, y el coro entra en una rutina que querrá saltarse en el próximo ensayo. Por lo tanto, las actividades que se realicen en ese tiempo dorado, para mí el más valioso del ensayo, deben ser tan planificadas como los objetivos que queremos cumplir ese día en el repertorio. Imaginemos un coro de niños. Pensemos que ese día queremos que ellos comiencen a cantar a dos voces (con esto perseguimos concentración y concientización auditiva), aumenten su tiempo de espiración (logro vocal) y estén atentos en mantener la afinación (siempre). Hay un ejercicio que logra estos tres objetivos en sí mismo. Por ejemplo, dividamos al coro en dos grupos y hagamos que todo el coro entone la nota Fa. Para ello, que respiren correctamente y una mitad cante «uno, dos, tres, cuatro, uu, uu, uu, uu» mientras la otra mitad lo hace al revés, es decir, «uu, uu, uu, uu, cinco seis, siete, ocho». Ambos grupos deben comenzar a la misma vez, mientras unos cuentan los otros dicen «u» y luego se intercambian. Decirles que lo deben hacer con una sola respiración, sin que la nota «tiemble» al final y escuchando que todos cantan la misma nota. Luego hacemos que un grupo cante eso mismo pero en la nota Do aguda, por ejemplo, mientras el otro grupo mantiene el Fa. Dependiendo del progreso del coro, en el siguiente ensayo se pueden elegir dos notas contiguas, por ejemplo fa y sol, donde los niños escucharán una disonancia, o también podemos variar el ejercicio aumentando los grupos del coro y por ende la cantidad de notas simultáneas que van cantando. También podemos con el mismo ejercicio ir aumentando la cuenta, es decir, retarlos a ver hasta qué numero pueden llegar cantando con una sola respiración.